Las calles persisten a medio alumbrar
y, aún así, hablamos y hablamos
como si supiéramos de la luz.
Y hablamos. Y hablamos.
Porque todos llevamos dentro
un ministro, un sicólogo
y, sobre todo, una puta.
Y hablamos, hablamos
para olvidar ímpetu y deseo.
Querríamos andar muchos vientres
que, ciertamente, nos atraen (más)
por su olor prohibido.
Pero tememos ciertas palabras
en las bocas de los otros.
Somos cobardes también en esto.
Y nos duele menos el asumirlo
que el hecho
de que los otros lo adivinen.
Los otros, siempre los otros.
Es por eso que hablamos y hablamos
en lugar de desnudarnos
y ofrecer generosos nuestros cuerpos
a los cuerpos con olor a esperma abandonado.
Y es por eso que hablamos y hablamos
como medida de olvido y bálsamo
de nuestra sucia condición cobarde,
en el intento de asfixiar nuestras miserias.
Un ministro y un sicólogo. Y una puta.
Esos somos. Y es por ello que hablamos y hablamos
como medida de olvido y bálsamo,
mientras prosigue el descenso inevitable de los días.
Palabras, Los desperfectos (Ediciones En Huida,2010)
1 comentario:
Buen blog, contiene información importante gracias por el aporte.
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